11 de diciembre de 2015

EL PARTO PERFECTO


La tarde anterior al nacimiento de Frida estuve sola con Alexandra. Quizás no debería haberlo hecho pero no quería que por mi culpa se quedase en casa aburrida, así que salimos. 

Un par de veces pilló rabieta y la cogí en brazos, eso me acabó de matar.

Ya en casa me encontraba fatal. La barriga estaba muy dura y sentía un extraño malestar. La idea de que me podía poner de parto en cualquier momento empezó a planear sobre nuestras cabezas. Cenamos en familia y a las nueve me metí en la cama con Alexandra. 

Me encantaba irme a dormir prontito con Àlex y poco sospechaba que ése sería el último día que podría hacerlo. 

Descansar y relajarme me sentó bien pero pasada la media noche me desperté. Volvía a tener insomnio. Estaba aburrida. Cada noche horas despierta en lugar de descansar y poder llegar más fresca al parto. 

Ya no tenía la barriga tan dura y me encontraba mejor. Cogí El Principito y no paré hasta leérmelo entero. Me inundó una agradable sensación de paz que me ayudó a volver a conciliar el sueño. Ya eran las tres.

A las cinco y media noté una extraña sensación. Recordaba el golpe que me pareció sentir en la espalda cuando rompí aguas con Alexandra y estaba muy atenta a cualquier cosa parecida que pudiera volver a sentir. Esperé. Y de repente noté como resbalaba líquido por mi entrepierna. ¡He vuelto a romper aguas sin contracciones!

Me fui al lavabo. No me lo podía creer. Me estaba volviendo a pasar. Romper aguas sin contracciones. Eso en el parto de Alexandra significó que la cosa iba para largo.

Decidí volver a meterme en la cama sin decir nada a nadie. En el libro de Parto Seguro que había acabado hacía pocos días insistían en que si rompías aguas sin contracciones pero todo iba bien no había necesidad de correr para el hospital. Y de hecho lo confirmé con el primer parto, ya que fueron interminables horas en el hospital esperando las contracciones y la dilatación.

En cambio ahora ya empezaba a notar las contracciones. En la cama quería dormir pero no pude. Cada diez minutos de reloj una contracción desde las seis hasta las siete de la mañana. Me fui a duchar.

Creo que me hacía como ilusión ducharme estando de parto. Tanto leer sobre partos naturales había introducido la ducha como parte del ritual. Me duché todo lo calmadamente que pude. Haciendo rodamientos de cadera y encajando las contracciones apoyándome en la pared. Ya no eran cada diez minutos sino que las sentía descontroladas y la comadrona del hospital del Vendrell me dijo que fuera para allí cuando tuviera contracciones cada diez minutos.

A las ocho desperté a la familia, me senté en el borde de la cama y dije calmadamente: ¡Frida ya viene!
 
El padre alucinó cuando vio lo seguidas que tenía las contracciones y me recriminó que no lo hubiese despertado. Yo creo que hice lo correcto. Esta vez quería actuar serenamente.

Mientras ellos se bañaban yo fui ultimando las maletas para los siguientes días. Después desayunamos como hacíamos cada mañana. Yo desayuné sentada en la pelota de pilates que me dejó mi hermana e iba encajando las contracciones apoyando brazos y cabeza en la mesa. En una de ellas Alexandra se puso a imitarme y desató nuestra risa.

Avisé a mis padres de que íbamos a llevales a Alexandra ya que nos dirigíamos  al hospital. Ya eran más de las diez. Hacía un día soleado y descargaba el camión de bebidas en la bodega de la calle de casa de mis padres. Siempre había pensado que sería un momento duro para mí separarme de mi peque pero las contracciones no dejaban mucho espacio a sentimentalismos.

Las contracciones eran cada dos o tres minutos cuando llegamos al hospital del Vendrell. No me hicieron esperar mucho y pasé a la sala de correas. Esta vez todo iba muy diferente en comparación con el primer parto.

Entonces apareció Eva con su dulce voz. Estuve unos veinte minutos monitorizada. Las contracciones se me hacían duras y sentía como si muchas incluso se solapasen. Eva nos preguntó como queríamos llamar a la peque. Al decirle que Frida exclamó con alegría que le encantaba Frida Kahlo y que no había parado hasta poder visitar la Casa Azul. Nosotros no dijimos nada. Nunca hemos estado en México.

Quedamos con Eva que ella no nos diría nada sobre la epidural para así respetar mi decisión de intentar aguantar al máximo. Ya estaba dilatada de cinco centímetros y parecía que todo iba muy bien y mi condición física era buena.

Me llevaron a la sala de partos. Ya era conocida por mí pese al poco rato que pude estar en ella con el parto de Alexandra. La verdad es que alucinaron cuando les expliqué mi experiencia con el primer parto. Me dijo que esta vez todo era diferente porque ya estábamos de parto.

Me agencié la pelota y a esperar mientras las contracciones se iban haciendo mas duras. Me sugirieron cambiar de postura o aplicar calor. El calor al principio iba bien pero conforme pasaba el rato me empecé a agobiar. Me sentía mareada y temía que llegase el expulsivo y estuviese sin fuerzas. Con Alexandra me pasó y lo pasé fatal.

Se lo cometé a mi pareja pero me dijo que era la calor. Lo confirmé al ir al lavabo. Agradecí que éste estuviera mas fresquito que la habitación. Allí encajé un par de contracciones colgándome entre la pica y el pomo de la puerta pero no estaba a gusto. Salí y me quedé cogida a los pies de la cama. Las contracciones empezaron a ser exageradas. No podía ni moverme. Todo me dolía y no me sentía a gusto de ninguna manera. Empecé a chillar muy fuerte. Entró la comadrona preguntando si tenía ganas de empujar pero no. Lo deseaba pero no.

Mi pareja me debió ver muy apurada en este punto porque me sugirió que pidiésemos la epidural. De buen gusto la hubiese pedido pero analicé la situación: supuse que deberían hacerme primero un tacto, después tendría que esperar al anestesista y quedarme quieta sentadita mientras tenía éstas horribles contracciones. No lo veía factible. No me podía mover un milímetro. Así que no me quedaban más huevos que seguir adelante (hablando pronto y mal) rezando para que fuese verdad que cuando crees que no puedes más es el principio del final.
 
Di dos pasos. Me acerque a mi pareja y nos abrazamos. En ese momento noté que Frida bajaba. ¡Llama a la comadrona que ya viene Frida!

Me apoyé en la cama y ni veía que hacía la gente tras de mí. Sollocé un poco que no podía. Las contracciones eran horriblemente insoportables.

Una comadrona me cogió una pierna para que la pusiese encima de algo. ¿Mejor? - Me preguntó - Pues sí.

Era una silla de partos. Nunca había visto una en vivo. Pero seguía estando fatal. Y las malditas ganas de empujar no llegaban. Al final me sugirieron sentarme en la silla de partos y aluciné con lo bien que se estaba (para lo mal que estaba, claro)

Las contracciones eran una locura. Eva miró y me dijo que esto estaba a punto. Me sugirió tocarme yo misma y pude comprobar que la cabeza de Frida estaba a dos centímetros. El padre me preguntó y le dije ¡ésto! enseñándole la primera falange del dedo índice. En ese mismo momento vino una mega contracción.

Seguía sin sentir demasiadas ganas físicas de empujar pero como no podía más y sabía que la cabeza estaba tan cerca empece a hacerlo con todas mis fuerzas. Me llamó la atención que las contracciones se distanciaron dándome margen a recuperar fuerzas y que incluso ahora podíamos hablar entre una y otra. 

No sé cuantas fueron. Yo sólo pensaba que una amiga me explicó hacía poco que parió con dos apretones pero ya veía que no era mi caso. ¡Maldición!

Y quizás fueron cuatro pero para mí era un horror que se hacía eterno. Así que apretaba como una loca. Entonces el padre me dijo que mirara al espejo y algo más del tipo que esto ya estaba. Si hubiese podido le arranco la cabeza de cuajo. Pobre, él quería animarme y yo quería matarlo...

Me sorprendí por mi emoción llena de ira pero supongo que tanto dolor dentro de mí tenía que manifestarse por algún sitio. Vino otra contracción y de repente vi en el espejo mi pubis con dimensiones estratosféricas y una cabeza saliendo.

Apreté a muerte. Tanto que las comadronas me pedían que aflojara. Pero yo no podía. Aquello dolía y encima escocia. La piel tirante me ardía y yo solo podía pensar que si conseguía sacar la cabeza el cuerpo salía solo (lo que tiene leer y ver documentales).

Y así fue. ¡Dios, que alivio! Me devolvieron a este mundo las voces de todos diciéndome que la cogiera. ¡Uauu! ¡¡Te tengo!!
 
¡Qué felicidad! ¡Era preciosa! Llena de manteca. Lo había conseguido. ¡¡¡Yujuuu!!! Se quedaron las comadronas a esperar que saliera la placenta. No tardo mucho en hacerlo. Les pregunté si era verdad que sentiría una nueva contracción y me dijeron que lo que sentiría sería más bien bienestar al expulsarla. Y así fue. 

Pude tumbarme y Eva analizo los daños. Me desgarré justo por la epsotomía de Alexandra. Me cosió pero estos puntos no me dolieron casi nada comparado con la primera vez.

Estuvimos las dos horas de rigor. Haciendo fotos, piel con piel, comentando la jugada,... Puse a Frida en los dos pechos y se agarró perfectamente. Cuando oíamos gritar a la parturienta de la habitación contigua nos mirábamos y sonreíamos. Hace un momento estábamos así nosotros. ¡Qué bestia!

Al cabo de un rato volvieron las comadronas y nos explicaron que acababan de atender un nuevo parto natural. Se ve que la chica de escucharme a mí se había animado a parir ella también sin epidural. ¡Increíble! Y las comadronas estaban súper contentas.

Yo que soy bastante modosita y comedida había gritado como una loca y alucinando con el dolor. Siempre recordaré la sensación cuando salía la cabeza de Frida. Pensé que era lo mas gore que había vivido en mi vida e imágenes de La matanza de Texas aparecían en mi cabeza. Todavía me parece increíble que con mis gritos motivara a alguien pero supongo que así es la vida de maravillosa cuando se vive de manera natural.

En el momento de trasladarnos a la habitación las comadronas nos despidieron dándonos las gracias por haber compartido con ellas un parto tan bonito. Eran las cinco de la tarde. 

Frida nació a las 3:05 y con el tiempo me he dado cuenta de que todo fue posible porque todo iba bien. Que el parto de Frida fue el parto perfecto.

10 comentarios :

  1. Qué envidia de parto! Aunque la descripción gore me da un poco de cague, que yo también quiero parir sin epidural esta vez.

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    1. Hahaha!! Yo lo recomiendo Paula, ya que al fin y al cabo parir sea como sea es un rollo... pero es muy heavy metal

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  2. Madre mia,me tienes aquí llorando a lagrima viva,me he emocionado de leer un parto tan bonito,si viene mi segundo bebe,ojala sea así porque el primero fue de olvidar,y si algun día me vuelvo a quedar embarazada te pediré esos libros que leiste jeje;me ha encantado leerlo,aunque supongo que también sería duro vivir esos ultimas contracciones.
    Besos

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    1. Tengo pendiente una entrada sobre el libro Parto Seguro porque fue una gran ayuda :)

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  3. Montse estás hecha una campeona! me he emocionado muchísimo leyendo tu experiencia!

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  4. Te admiro enormemente valiente! Yo he vivido el parto con epidural y te aseguro que no soy capaz de pasar por uno voluntariamente sin ella. Admiro a todas las que lo hacéis, vaya huevo! ; ) enhorabuena por la pequeña

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  5. Por cierto, también leí "El Parto Seguro" y lo recomiendo enormemente :) ya estuve muchísimo más tranquila gracias esa lectura

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  6. Estoy leyendo tu experiencia Montse y reviviendo la mía. Nora nació hace unos meses de manera natural. Cómo grité!! Jajaja qué dolor! Pero, qué maravillosamente salvaje es la vida!!

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  7. ¡Qué bonito Montse, me has emocionado!, yo he parido las dos veces con epidural (partos muy rápidos) y te admiro muchísimo, tuvo que ser una experiencia brutal. Un abrazo muy fuerte y gracias por compartirlo.

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  8. Hola! Estoy de 33 semanas y será una Frida también! ;) me estoy planteando la opción sin epidural pero me da un poco de miedo... supongo que al segundo parto ya estás más curtida, no? Saludos!

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