25 de marzo de 2013

SEMANA SANTA EN SEVILLA

Ya que estamos en Semana Santa aprovecho para contaros nuestra escapada a Sevilla del año pasado con la intención de disfrutar, por primera vez en nuestras vidas, de la Semana Santa por antonomasia.


Y de verdad que espero que fuese la primera pero que no sea la última. Ya que sobre la Semana Santa y sus procesiones se escuchan muchas cosas y nosotros no teníamos muy claro con qué nos íbamos a encontrar pero la sorpresa fue muy grata.

La primera sorpresa fue que tratándose de Andalucía pensábamos encontrarnos con mucha fiesta y cachondeo pero nos vimos inmediatamente inmersos en una devoción y religiosidad a la cual tan solo puedes mostrar tu respeto. Muchos de nosotros no llegamos ni a hacernos una idea de qué pueden sentir ellos, ya que te manca el fervor religioso, pero se crea un clímax tal que te deja totalmente admirado.

Pese a tener una marcada educación católica hace tiempo que no me siento identificada con ninguna opción religiosa, aunque tengo que reconocer que experimento cada vez más admiración hacia la búsqueda espiritual de manera personal, y que no tanto a las diferentes organizaciones religiosas.

Y con esta mochila personal conseguí disfrutar muchísimo de la Semana Santa como espectadora. Sevilla es una ciudad preciosa y cuando hace buen tiempo, porque llegamos a pasar mucho frío por las noches, es genial pasear por sus calles y disfrutar de su gastronomía.

Perderse por el barrio de Santa Cruz indispensable. Construido sobre un antiguo barrio judío es quizás el más bonito y llamativo por sus estrechas calles, llenos de tranquilos patios de flores. Porque si hay una cosa que encandila es el olor a azahar que desprende la ciudad. En este barrio es donde se encuentra la famosa Giralda y la Catedral, los Reales Alcázares, el callejón del Agua, la calle de las Sierpes (la más famosa),… y el lugar con más solera  (el cual no dejamos de visitar las veces que pasamos por Sevilla) la típica taberna sevillana Casa Plácido.




Se trató de una escapada e íbamos un tanto perdidos de manera que vimos tan sólo unos cuantos pasos.  Impresionante la Hermandad del Silencio por su rigor penitencial y compostura. Aun que preciosas lo son todas y el sacrificio de los costaleros admirable.

Y allí En el barrio de Triana, de suelos empedrados, donde se respira historia  y hay una oferta gastronómica muy agradecida, nos encontrábamos cenando en LaComidilla (donde fuimos a parar saltando de un local a otro porque todos estaban abarrotados pero nos dejó muy buen sabor de boca) nos encontró la hermandad de la O.  

Para comer en el mismo barrio también recomendamos Sol y Sombra, con un ambiente muy taurino. Nos encantó todo y disfrutamos muchísimo.

Al día siguiente casi no llegamos a ver la entrada de la (para nosotros) más famosa figura de la Semana Santa de Sevilla. La Macarena. Ya que con la amenaza de lluvia se decidió entrarla antes de tiempo. Me sorprendió mucho que esta figura hiciera casi todo el recorrido de noche (yo ignoraba totalmente que de noche hubiera tanto movimiento)

Y así dejamos Sevilla, sumergida en la conmemoración de la pasión y muerte de Cristo, pero con la esperanza de algún año poder volver a disfrutar de ella.    











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