Y de verdad que espero
que fuese la primera pero que no sea la última. Ya que sobre la Semana Santa y
sus procesiones se escuchan muchas cosas y nosotros no teníamos muy claro con
qué nos íbamos a encontrar pero la sorpresa fue muy grata.
La primera sorpresa fue
que tratándose de Andalucía pensábamos encontrarnos con mucha fiesta y
cachondeo pero nos vimos inmediatamente inmersos en una devoción y religiosidad
a la cual tan solo puedes mostrar tu respeto. Muchos de nosotros no llegamos ni
a hacernos una idea de qué pueden sentir ellos, ya que te manca el fervor
religioso, pero se crea un clímax tal que te deja totalmente admirado.
Pese a tener una marcada
educación católica hace tiempo que no me siento identificada con ninguna opción
religiosa, aunque tengo que reconocer que experimento cada vez más admiración
hacia la búsqueda espiritual de manera personal, y que no tanto a las
diferentes organizaciones religiosas.
Y con esta mochila
personal conseguí disfrutar muchísimo de la Semana Santa como espectadora.
Sevilla es una ciudad preciosa y cuando hace buen tiempo, porque llegamos a pasar
mucho frío por las noches, es genial pasear por sus calles y disfrutar de su
gastronomía.
Perderse por el barrio de
Santa Cruz indispensable. Construido sobre un antiguo barrio judío es quizás el
más bonito y llamativo por sus estrechas calles, llenos de tranquilos patios de
flores. Porque si hay una cosa que encandila es el olor a azahar que desprende
la ciudad. En este barrio es donde se encuentra la famosa Giralda y la
Catedral, los Reales Alcázares, el callejón del Agua, la calle de las Sierpes
(la más famosa),… y el lugar con más solera (el cual no dejamos de visitar las veces que
pasamos por Sevilla) la típica taberna sevillana Casa Plácido.
Se trató de una escapada e
íbamos un tanto perdidos de manera que vimos tan sólo unos cuantos pasos. Impresionante la Hermandad del Silencio por su
rigor penitencial y compostura. Aun que preciosas lo son todas y el sacrificio
de los costaleros admirable.
Y allí En el barrio de
Triana, de suelos empedrados, donde se respira historia y hay una oferta gastronómica muy agradecida, nos encontrábamos cenando en LaComidilla (donde fuimos a parar saltando
de un local a otro porque todos estaban abarrotados pero nos dejó muy buen
sabor de boca) nos encontró la hermandad de la O.
Para comer en el mismo
barrio también recomendamos Sol y Sombra, con un ambiente muy taurino. Nos
encantó todo y disfrutamos muchísimo.
Al día siguiente casi no
llegamos a ver la entrada de la (para nosotros) más famosa figura de la Semana
Santa de Sevilla. La Macarena. Ya que con la amenaza de lluvia se decidió
entrarla antes de tiempo. Me sorprendió mucho que esta figura hiciera casi todo
el recorrido de noche (yo ignoraba totalmente que de noche hubiera tanto movimiento)
Y así dejamos Sevilla,
sumergida en la conmemoración de la pasión y muerte de Cristo, pero con la
esperanza de algún año poder volver a disfrutar de ella.
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